Visiones completas de la beata Ana Catalina Emmerick
XLIX
Los pastores acuden con sus presentes
A la caída de la tarde los tres pastores jefes se dirigieron a la gruta del pesebre con los regalos, consistentes en animalitos parecidos a los corzos. Si eran cabritos, eran muy distintos de los de nuestro país, pues tenían cuellos largos, ojos hermosos muy brillantes, eran muy graciosos y ligeros al correr, tíos pastores los llevaban atados con delgados cordeles. Traían sobre los hombros aves que habían matado, y bajo el brazo otras vivas de mayor tamaño. Al llegar, llamaron tímidamente a la puerta de la gruta y San José les salió al encuentro. Ellos repitieron lo que les habían anunciado los ángeles y dijeron que deseaban rendir homenaje al Niño de la Promesa y a ofrecerle sus pobres obsequios. José aceptó sus regalos con humilde gratitud y los llevó junto a la Virgen, que se hallaba sentada cerca del pesebre, con el Niño Jesús sobre sus rodillas. Los tres pastores se hincaron con toda humildad, permaneciendo mucho rato en silencio, como absortos en una alegría indecible. Cantaron luego el cántico que habían oído a los ángeles y un salmo que no recuerdo. Cuando estaban por irse, Maria les dio al Niño, que ellos tomaron en sus brazos, uno después de otro, y llorando de emoción lo devolvieron a María, y se retiraron.
Por la noche vinieron de la torre de los pastores, a cuatro leguas del pesebre, otros pastores con sus mujeres y sus niños. Traían pájaros, huevos, miel, madejas de hilo de diversos colores, pequeños atados que parecían de seda cruda y ramas de una planta parecida al junco. Esta planta tiene unas espigas llenas de semillas gruesas. Después que entregaron estos regalos a San José, se acercaron humildemente al pesebre, aliado del cual se hallaba Maria sentada. Saludaron a la Madre y al Niño; después, de rodillas, cantaron hermosos salmos, el Gloria in excelsis de los ángeles y algunos otros muy breves. Yo cantaba con ellos. Cantaban a varias voces y yo hice una vez la voz alta. Recuerdo más o menos lo siguiente: «¡Oh Niñito, bermejo como la rosa, pareces semejante a un mensajero de paz!» Cuando se despidieron, se inclinaban ante el pesebre como si besaran al Niño.
Hoy he vuelto a ver a los tres pastores, ayudando a San José, uno después de otro, a disponer todo con mayor comodidad en la gruta del pesebre y en las cavernas laterales. He visto también junto a la Virgen varias piadosas mujeres que la ayudaban en diversos servicios. Eran esenias que habitaban no lejos de la gruta en una angostura situada al Oriente. Estas mujeres vivían en unas especies de casas abiertas en la roca a considerable altura de la colina. Tenían jardincitos cerca de sus casas y se ocupaban en instruir a los niños de los esenios. San José las había hecho venir porque desde su niñez conocía a esta asociación. Cuando huía de sus hermanos habíase refugiado varias veces con esas piadosas mujeres en la gruta del pesebre. Estas acercábanse una tras otra a María, trayendo provisiones, y atendían los quehaceres de la Sagrada Familia
.
Hoy he visto una escena muy comnovedora: José y María sé hallaban junto al pesebre, contemplando con profunda ternura al Niño Jesús. De pronto el asno se echó también de rodillas y agachó la cabeza hasta la tierra en acto de adoración. María y José lloraban emocionados.
Por la noche llegó un mensaje de Santa Ana. Un anciano llegó de Nazaret con una viuda parienta de Ana, a la cual servía. Traían diversos objetos para María. Al ver al Niño se conmovieron extraordinariamente: el viejo derramaba lágrimas de alegría. Volvió a ponerse en camino llevando noticias de lo visto a Ana, mientras la viuda se quedó para servir a María.
Hoy he visto que la Virgen con el Niño Jesús, acompañada de la criada de Ana, salieron de la gruta del pesebre durante algunas horas. María se refugió en la gruta lateral donde había brotado la fuente después del nacimiento de Jesucristo. Pasó unas cuatro horas en esa gruta, en la cual habría de estar más tarde, dos días enteros. José había estado arreglándola desde la mañana para que pudiera estar allí con más comodidad. Se refugiaron en esa gruta, por inspiración interior, pues habían venido personas de Belén a ver la gruta
del pesebre, y paréceme que eran emisarios de Herodes. A consecuencias de las conversaciones de los pastores había corrido la voz de que algo milagroso había sucedido allí al tener lugar el nacimiento del Niño. Vi a esos hombres hablando un rato con José, a quien hallaron con los pastores delante de la gruta del pesebre, y luego se fueron, riéndose y burlándose, cuando vieron la pobreza del lugar y la simplicidad de las personas. María, después de haberse quedado cuatro horas oculta en la gruta lateral, volvió a la del pesebre con el Niño Jesús.
En la gruta del pesebre reina una amable tranquilidad, pues nadie viene hasta este lugar y sólo los pastores están en comunicación con ella. En la ciudad de Belén nadie se ocupa de lo que pasa en la gruta, pues hay mucha gente, agitación y movimiento por razón de los forasteros. Se venden y matan muchos animales porque algunos forasteros pagan sus impuestos con ganado. Veo que hay también paganos como criados y servidores. Por la mañana el dueño de la última posada adonde se habían alojado José y María a pasar la noche, envió un criado a la gruta del pesebre con varios regalos. Él mismo llegó más tarde para rendir homenaje al Niño Jesús. La noticia de la aparición del ángel a los pastores del valle en el momento del nacimiento de Jesús, fue causa de que todos los pastores y gentes del valle oyeran hablar del maravilloso Niño de la Promesa. Todos ellos acuden para honrarlo.
Hoy mismo varios pastores y otras buenas personas llegaron a la gruta del Pesebre y honraron al Niño con mucha devoción. Llevaban trajes de fiesta porque iban a Belén para la solemnidad del sábado. Entre estos visitantes vi a aquella mujer que el 20 de Noviembre había compensado la grosería de su marido con la santa Familia, ofreciéndole hospitalidad. Hubiera podido ir más fácilmente a Jerusalén, porque está más cerca, para la fiesta del sábado, pero quiso hacer un rodeo más largo para ir a Belén y ver al Niño santo y a sus padres. Sintióse después muy feliz por haberles ofrecido esta prueba de su afecto. Por la tarde vi a un pariente de José, al lado de cuya casa la Sagrada Familia había pasado la noche del 22 de Noviembre: ahora venía al Pesebre para ver y saludar al Niño. Este hombre era el padre de Jonadab, el cual, en la hora de la crucifixión, llevó a Jesús un lienzo para que se cubriera con él. Supo que José había pasado cerca de su casa y había oído hablar de los hechos maravillosos que acontecieron en el nacimiento del Niño, y teniendo que ir a Belén para el sábado, llegó hasta la gruta trayendo algunos regalos. Saludó a María y rindió homenaje al Niño. José lo recibió amistosamente; pero no quiso aceptar de él nada, y sólo le pidió prestado algún dinero dándole en garantía la borriquilla a condición de recuperarla al devolverle el dinero. José necesitaba ese dinero para emplearlo en los regalos que debía hacer en la ceremonia de la circuncisión y en la comida que habría de ofrecer.

L
Celebra la Sagrada Familia la fiesta del Sábado
Mientras me hallaba meditando en la historia de la borriquilla empeñada ahora para cubrir los gastos de la circuncisión, y pensando que
el próximo Domingo, día en que tendrá lugar la ceremonia, se leería el Evangelio del Domingo de Ramos, que relata la entrada de Jesús montado sobre un asno, vi un cuadro del cual no puedo explicar bien el sentido ni sé donde se realizaba. Bajo una palmera había dos carteles sostenidos por ángeles. Sobre uno de ellos estaban representados diversos instrumentos de martirio; en el centro había una columna y sobre ella un mortero con dos asas. En el otro cartel había unas letras: creo que eran cifras indicando años y épocas de la historia de la Iglesia. Por encima de la palmera estaba arrodillada una Virgen que parecía salir del tallo y cuyo traje flotaba en el aire.
Tenía en sus manos, debajo del pecho, un vaso de igual forma que el cáliz de la última Cena, del cual salía la figura de un Niño luminoso. Vi al Padre Eterno, en la forma que siempre lo veo, acercarse a la palmera por encima de unas nubes, quitar una gruesa rama que tenía la forma de una cruz y colocarla sobre el Niño. Después vi al Niño atado a esa cruz de palma y a la  Virgen Santísima presentando a Dios Padre la rama con el Niño crucificado,mientras ella llevaba en la otra mano el cáliz vacío, que parecía también su propio corazón. Cuando me disponía a leer las letras del cartel, bajo la palmera, la llegada de una visita me sacó de esta visión. No sabría decir si este
cuadro lo vi en la gruta del pesebre o en otra parte.
Cuando la gente se había ido a la sinagoga de Belén, José preparó en la gruta la lámpara del sábado con las siete mechas; la encendió y colocó debajo de ella una pequeña mesa con los rollos que contenían las oraciones. Bajo esta lámpara celebró el sábado con la Virgen Santísima y la criada de Ana. Se hallaban allí dos pastores un poco hacia atrás en la gruta y algunas mujeres esenias. Hoy, antes de la fiesta del sábado, estas mujeres y la sirvienta prepararon los alimentos. Vi que asaron pájaros en un asador puesto encima del fuego. Los envolvían en una especie de harina hecha de semillas de espigas de unas plantas semejantes a cañas, que se encuentran en estado silvestre en lugares pantanosos de la comarca. Las he visto cultivadas en diversos sitios; en Belén y en Hebrón crecen sin ser cultivadas. No las he visto cerca de Nazaret. Los pastores de la torre habían traído algunas para José. He visto que las mujeres con esas semillas hacían una especie de crema blanca bastante espesa y amasaban tortas con la harina.
La Sagrada Familia guardó para su uso una cantidad muy pequeña de las abundantes provisiones que los pastores habían traído en sus visitas; lo sobrante lo regalaban a los pobres.
Hoy he visto varias personas que acudieron a la gruta del pesebre, y por la noche, después de la terminación de las fiestas del Sábado, vi que las mujeres esenias y la criada de Ana preparaban comida en una choza construida de ramas verdes, que José, con la ayuda de los pastores, había levantado a la entrada de la gruta. Había desocupado la habitación a la entrada de la gruta, tendido colchas en el suelo y arreglado todo como para una fiesta, según le permitía su pobreza. Dispuso así todas las cosas antes del comienzo del sábado,
pues el día siguiente era el octavo después del nacimiento de Jesús, cuando debía ser circuncidado de conformidad con el precepto divino. Al caer la tarde José fue a Belén y trajo consigo a tres sacerdotes, un anciano, una mujer y una cuidadora para esta ceremonia. Tenía ésta un asiento, del que se servía en ocasiones parecidas y una piedra octogonal chata y muy gruesa, que contenía los objetos necesarios. Todo esto fue colocado sobre esteras donde debía tener lugar la circuncisión, es decir en la entrada de la gruta, entre el rincón que ocupaba José y el hogar. El asiento era una especie de cofre con cajones, los cuales, puestos a continuación de los otros, formaban como un lecho de reposo con un apoyo a un lado; se estaba uno allí recostado más que sentado. La piedra octogonal tenía más de dos pies de diámetro. En el centro había una cavidad octogonal también cubierta por una placa de metal, donde se hallaban tres cajas y un cuchillo de piedra en compartimentos separados. Esta piedra fue colocada al lado del asiento, sobre un pequeño escabel de tres patas que hasta aquel momento había quedado bajo una cobertura, en el sitio donde había nacido el Salvador.
Terminados estos arreglos los sacerdotes saludaron a María y al Niño Jesús, y conversando amistosamente con la Virgen Santísima tomaron al Niño entre sus brazos, y quedaron conmovidos. Después tuvo lugar la comida en la glorieta. Muchos pobres que habían seguido a los sacerdotes, como solían hacer en tales ocasiones, rodeaban la mesa y durante la comida recibían los regalos de José y de los sacerdotes, de modo que pronto quedó todo distribuido. Al ponerse el sol me parecía que su disco era más grande que en nuestro país. Lo vi descender en el horizonte; sus rayos penetraban por la puerta abierta al interior de la gruta.
