«Si los dos discípulos que iban de camino a Emaús fueron inflamados del amor divino por los pocos momentos que pasaron en compañía de Nuestro Salvador y por sus palabras, tanto así que exclamaron: “¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino?”, ¡qué llamas de amor santo no deberíamos de suponer que se encendieron en el corazón de San José, quien conversó con Jesucristo y escuchó sus palabras de vida eterna durante treinta años!»